Pasaron los días, las noches, y no conseguía encontrar el momento en llamarla. Sentía que no se lo perdonaría. La había abandonado, cosa que siempre le aseguró que jamás ocurriría. Corría por el barco, de un lado a otro, con las peticiones de cada camarote. Se había convertido en uno más, se había convertido en él.
Un día la guardia nacional se personó buscándolo, también la internacional. Buscaban al asesino de varias mujeres. Él no había hecho nada. Todo era una confusión, había sido su primo y él pagó las consecuencias. Se lanzó al mar, sin saber nadar y a una distancia en que pudo haber muerto. Los tiros de los agentes al agua, el alto o disparo no sonó en sus oídos. Salió a la superficie herido, estaban próximos a una playa y allí llegó por la corriente.
Si no hubiera huido, si se hubiera dejado arrestar y le hubieran hecho las pruebas de ADN… tal vez estaría vivo.
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