Dedico este Fic a alguien más importante que a una estúpida que ni supo amarme...
Se lo dedico a mi amiga Kiseki
La agenda siguió como de costumbre, sin alteraciones. El joven amo parecía haber alcanzado una maestría increíble con algunas piezas en el violín, no obstante seguía necesitando práctica en otras. La constancia, simplemente la constancia. Yo simplemente me dediqué a realizar mis labores como mayordomo y tutor, inclusive envié flores a la tumba de su tía. Cada semana enviaba un ramo de rosas rojas en nombre de Ciel.
Pensé que aquella noche podía ser agradable para él, la luna brillaba en lo alto y hacía un agradable frescor. Supuse que las llamas de sus pesadillas podían darle tregua, pero no fue así y ahí estaba de nuevo observándole atentamente desde la penumbra. No perdía detalle de sus facciones mientras se adormecía.
-No.-balbuceó en sueños agitándose.-¡No!-exclamó alzándose del colchón.
Estaba sudoroso, sus cabellos alborotados se pegaban arremolinados sobre su frente, sus ojos estaban llenos de lágrimas y su aspecto era completamente la de un ser frágil. Por inercia me levanté y me arrodillé frente a él, esperaba instrucciones y lo que recibí fue un abrazo.
Rodeó mi cuerpo por encima de mis hombros, me pegó a él sollozando. Yo únicamente lo rodeé como él hacía, pero por la cintura pegándolo bien a mí. Besé su frente y después su mejilla, como lo haría un padre. No me excedía en mi cometido, simplemente le daba lo que él pedía.
-¿Por qué?-preguntó con voz trémula.-¿Por qué es únicamente contigo?
-Si me permite la indiscreción, debo preguntarle qué significa esa pregunta y a qué se refiere.-susurré esperando que me respondiera.
-Sólo encuentro la paz cuando te abrazo.-respondió temblando.
-Quizás porque mi querido amo, usted no es tan diferente a mí y estos años han pasado factura.-dije acariciando sus cabellos lentamente, intentando sosegarlo, como si estuviera en mis brazos un hermoso gato arisco que únicamente vine a por mí cuando necesita caricias.
-¿Y porqué arde mi pecho cuando te veo cerca de alguna mujer?-preguntó ya más calmado.
-Son celos, mi amo.-respondí con franqueza.-Tal vez piense que terminaré sirviéndolas a ellas antes que a usted.
-No lo creo, no es eso Sebastian.
En ese instante le tomé por el mentón y le miré fijamente, sonreí al leer en sus ojos, como en sus sonrojadas mejillas, la propia respuesta a sus preguntas. Terminó por apoyar su frente contra mi pecho, aferrándose a mi chaqueta. Besé sus labios trémulos, un beso que me supo a lágrimas y desesperación. Él jaloneó más mi chaqueta y yo lo recosté sobre su cama.
-Deje que le muestre el porqué de sus celos.-murmuré.-Quizás piense que esto lo necesito como cualquier otro hombre, pero le recuerdo que soy un demonio.-dije mirándole fijamente.-Es algo especial.-susurré desabrochando su ropa de cama.-Algo que le concedo.
-Sebastian ¿qué intentas hacer?-dijo apartando su mirada de la mía.
-Ambos sabemos bien qué intento hacer.
Desnudé su cuerpo lentamente, acariciando cada trozo de piel desnudo para luego besarlo. Era demasiado tentador tenerlo de esa forma. Por primera vez deseaba cumplirme un capricho, una recompensa a tantos años de leal servicio. Era un mayordomo tan sólo, un demonio denigrado a ser el genio de la lámpara de un chiquillo asustado.
Besé su torso, cerca de sus pezones y después los mordisqueé. Eso hizo que su piel se sonrojara, no sólo por mis mordidas y caricias sino por el fuego que comenzó a arder en su interior. Abrí levemente sus piernas, mientras acariciaba sus muslos.
De su delicada y pequeña boca se escaparon sendos jadeos, así como un pequeño gemido. Intentaba sosegarse y no verse tan obvio. Tenía diecisiete años y jamás había conocido el placer del sexo, no sabía los actos tan impúdicos y placenteros que íbamos a cometer. Sólo el dolor, la vulgaridad, y la maldición de la marca que lucía en su costado.
Mordí su vientre y atrapé con mis dedos su miembro, acariciando lentamente cada trozo de su piel. Miraba sus ojos y podía ver la necesidad creciente en ellos, era como las llamas del infierno avivándose dentro de su alma.
Besé su boca, no podía dejar ese manjar para otros. Él debía ser mío, como anticipo de la deuda que aún recaía en él. Así que simplemente comencé a introducir mis dedos en su estrecho interior, mientras mi boca no dejaba de envenenar la suya. Mis dedos ahondaban entre sus nalgas, pero la mano libre masturbaba su miembro haciéndole gemir provocadoramente. Se veía tentador y era mío en esos instantes, así como sería mío una vez acabado lo que teníamos entre manos.
Me aparté de él para quitarme la ropa, estaba convulso y expectante. Yo simplemente me quité aquello para estar más cómodo, no para regalarle la imagen de mi figura desnuda. Y cuando estuve desnudo él se incorporó echando sus brazos entorno a mi cuello, pegándome a él y buscando mis labios para bucear en ellos.
-La gula te condenará.-susurré abriendo sus piernas para introducirme en ellas. Soltó un quejido que yo acallé con un beso que ahogó cualquier queja, duda o pregunta.-La gula, mi joven amo.
-Sebastian.-murmuró jadeante mientras comenzaba a oscilar dentro de él, tomando sus manos para dejarla por encima de su cabeza y agarrar sus muñecas.
Tenía agarradas sus muñecas con una de mis manos, de forma firme, mientras la otra alzaba sus caderas levantándolas por una de sus nalgas. Yo arremetía de forma lenta y profunda, quería hacerle sentir cada milímetro de mi sierpe. Sin embargo, terminé cediendo al deseo y al fuego que él emanaba. Él gemía con rabia, con una desesperación que jamás creí oírle o sentir de su parte. Quería que lo hiciera de forma brusca, que le sacara el aire, y a la vez que le diera esos extraños sentimientos llamados amor. No puedo estar seguro, pero empecé a dárselos mucho antes que él los pidiera. Siempre me adelanté a sus deseos, a sus necesidades.
Mordía y besaba su cuello, mejillas y boca. Sus manos arañaban como gato rabioso mi torso y quedaron ancladas en mis costados. Mis manos no se movieron demasiado, tan sólo la de sus nalgas que acabaron acariciando sus cabellos y luego su cintura.
-Creo...-balbuceó cuando me quedé mirándole, observando ese magnífico espectáculo.-Creo que te amo.
-Cree bien, joven amo.-susurré antes de moverme profundamente y de forma agitada, dando lo mejor de mí.-Ciel...-me atreví a decir cuando noté que me derramaba dentro de él, mientras él mismo llegaba al éxtasis más fulminante.-Amo.-gruñí apretando los dientes y dejándome ir.
No caí sobre él porque mis brazos quedaron a ambos lados de su cabeza, no él simplemente me miró jadeante acariciando mis cabellos y sonrió. Yo no pude ocultar mi sonrisa, había conseguido el pago antes de tiempo... su alma y su cuerpo eran mías.
Aquella noche se convirtió en la primera que cedería a mí, pronto fue completamente mío. Y el amo en las noches se volvía esclavo de sus pasiones más oscuras. Porque así son los gatos, tan sólo se aproximan a ti cuando quieren mimos... mientras pasan el tiempo meditando sobre temas que desconoces por completo. Y él ahora es mi gato favorito.
Los meses pasaron demasiado rápido. Pronto Ciel cumplió la mayoría de edad y tendría que hacerse cargo de la promesa de matrimonio hacia la señorita Elizabeth. Nuestros encuentros en la noche eran cada vez más frecuentes y también algunos diurnos. Era un secreto que poseíamos ambos, ante el resto éramos los de siempre y lejos de sus miradas otros radicalmente distintos. Deseaba que él rompiera lazos con la joven, para no dañarla. Si bien, me di cuenta que era más por capricho mío de poseerlo por completo, que por cualquier sentimiento, aunque fuera mínimo, que sintiera por ella. No era lástima lo que podía sentir, porque yo prácticamente no tenía sentimientos ni remordimientos, sino molestia.
Tenía que ayudarle a elegir la iglesia, ya que ella no se decidía, e ir al sastre para elegir las mejores prendas. Así como pasar por la joyería, la señora de los arreglos florales y elaborar un menú para el banquete. La celebración sería en la casa, yo tendría que ser el cocinero de los presentes e invitaría a colaboradores, inversores, y demás personas cercanas a sus negocios y vida social. Yo, sin embargo, no podría acudir a la ceremonia más allá de ser el cochero... lo cual para mí, y no sé porque, era humillante.
Faltaba tan sólo una semana cuando entré en su despacho, él me mandó llamar esperando que tuviera listo todo, o prácticamente todo. Entré en la habitación esperando que me diera órdenes, tenía conmigo varias carpetas con la lista de invitados, lista del menú, el papeleo que debía entregar firmado después de la boda y varios documentos sobre sus empresas.
-Aquí tiene, joven amo.-dije dejándolo todo sobre la mesa.-¿Puedo retirarme?
-Cierra la puerta, Sebastian.-respondió de forma seca.
Yo acepté sus órdenes, aunque tan sólo quería marcharme porque mi molestia crecía cada día más. Era demasiado evidente que no estaba de acuerdo con el enlace. No quería que se celebrara, pero sus órdenes eran claras y yo debía acceder a todo.
Cuando cerré la puerta me quedé frente a él, esperando que me diera una orden o realizara alguna pregunta. No hizo nada, tan sólo permaneció callado unos minutos. Yo simplemente me quedé de pie, firme como cualquier estatua de su jardín.
-Sebastian.-dijo al fin.-¿Por qué?
-¿Por qué? Le ruego que sea más concreto.-comenté completamente perdido, no sabía bien a qué se podía referir.
-¿Por qué no lo impides?-interrogó.-¿Por qué me dejas cometer este error? Yo no amo a Elizabeth.-se sinceró y yo sonreí leve.-No te burles, he intentado amarla y no he podido. Jamás he podido entregarle mi corazón. Carezco de sentimientos. Al menos de los necesarios hacia la mujer con la cual compartiré mi vida.-se levantó caminando hacia mí, para abrazarme.-Los únicos que poseo son para ti.
-Joven amo.-dije palpando sus cabellos.-Yo sólo obedezco órdenes.
Obedecía las órdenes que él me daba, sin pensar siquiera si eran correctas, o no, a ojos de otros. También lo hacía lejos de mi voluntad real. Era un pacto, seguir sus dictámenes. Sin embargo, creo que él lo tomó de otro modo. Se alejó de mí y se quedó pensativo.
-Está bien, gracias por todo.-comentó.-Ya puedes marcharte.
-Como guste, joven amo.
Me marché impotente. Sabía que no era la mejor elección para mí, pero sí para él. Si quería quedar como un hombre de honor frente a todos no rechazaría a la señorita Elizabeth, además sabía que él la apreciaba demasiado para provocarle daño alguno.
Durante varios días estuve cumpliendo sus encargos, no hablábamos demasiado y tan sólo seguía sus instrucciones. En la ciudad se hablaba de la boda, de los invitados al evento de la temporada y sobretodo de lo feliz que parecía la señorita Elizabeth. Sí, sin duda todo estaba siguiendo los pasos que marcaba el destino.
Comencé a sentir en las noches una profunda necesidad de dormir, más bien de alejarme de la realidad. A pesar que los demonios no necesitamos descansar, ni tenemos porque dejarnos invadir por el sueño, lo hice. Deseaba alejarme a toda prisa de los acontecimientos que se estaban produciendo, así como de la felicidad que parecían poseer todos menos yo. Yo no tenía nada, ni siquiera podía apoderarme aún de su alma.
El día del enlace me llamó, necesitaba mi ayuda para terminar de vestirse. Acomodaba su ropa mientras intentaba no pensar. Él me miraba esperando que dijera o hiciera algo, pero si él no lo pedía yo no podía intervenir.
En el trayecto hacia la iglesia practicamente ni respiraba, tenía los ojos en un punto en el vacío y podía ver como se columpiaban sus pensamientos entre sus deseos y lo correcto. Terminó haciendo parar el coche, tomándome de la mano y guiándome por un sendero cerca de un campo de trigo.
-Dilo.-dijo mirándome fijamente.-Dilo, dilo Sebastian.-golpeó mi pecho.-¡Dilo!
-¿Qué debo decir joven amo?-pregunté calmo, esperando que él me diera indicaciones.
-¡Qué me amas! ¡Dilo! ¡Di te amo! ¡Dilo!
-Te amo.-respondí tomándolo del rostro para besarlo, lo hice de forma lenta. Recubrí de angustia aquel beso, del dolor incesante en mi pecho.
-No, no quiero hacer esto.-murmuró cerca de mis labios cuando me aparté breve de los suyos.-Llévame de vuelta a casa, manda un comunicado y di que se cancela la boda. No debo anteponer mis sentimientos a los caprichos de Elizabeth.
Así hice. Cumplí mi cometido. Elizabeth se cubrió de tristeza, pero con firmeza aseguró que si él pensaba que ella no le haría feliz... que esperaba que pronto encontrara a esa persona. Yo no dije nada, porque esa persona soy yo.
FIN.
1 comentario:
Muchísimas gracias por dedicármelo~! Te adoro! <3
owo Ha estado genial! Y yo que siempre he sido fan de la pareja Sebas x Ciel >w<
Sebastian es fantástico, pero me ves leyéndolo y a punto de gritar: Aaaah! Nooo~ cancela la boda!! Haz algo, reacciona Sebas, di algoo! XDD
Pero ha terminado bien, sí~ Así que me doy por satisfecha! Ha sido un lindo final, y esas partes tan orgásmicas *¬* Ha sido redondo!
Besos! <3
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