El aire frío de la montaña
Aun retumba en mis oídos
El ruido de los cascos de mi yegua
El relinche de y su vagido
Hermosa criatura rozada por la jara
que con sus pezuñas el monte araña
siento todo como si fuera hoy
como si no hubiera un antes
de lo que ahora soy
un apuesto príncipe triunfante
gallardo hombre de armadura brillante
que en busca de ti, princesa, voy
los cuentos se hacen vivaces
como vivaces son tus ojos
que son la decoración perfecta de tu alma
que mira como se elabora un nosotros
sin que sobrevuelen aves rapaces
pájaros del mal agüero y que rompen la calma
-¡¿Quién va?!-se escucha en la lejanía con ruidos de una vieja batalla.-¡¿Quién va?!-tal vez el juego del viento en nuestra imaginación, quizás el truco extraño de un diablo que intenta divertirse con los seres humanos.- ¡¿Quién va?!
-¡Cuatro de picas mata al rey del tablero de ajedrez!-se escucha en el aire, como un trueno aterrador a la par de su relámpago.- ¡El cuatro de picas vino a buscar fortuna!
La pesada puerta del castillo parece abrirse, pero no se mueve. Todo está en silencio realmente o quizás grita y aúlla… no sabemos nada. Tan sólo lo que parcialmente podemos ver desde la otra punta de la carretera.
Un pelotón de hombres parecen hacer resonar sus pesadas armaduras, sus pies crujen sobre la nieve y los estandarte lucen gloriosos bajo una terrible tempestad. Después el sonido de un carruaje chirría desde el interior de aquel lugar, sale a la luz de las tinieblas y se desvanece.
-¡Llego tarde!-grita una mujer, una muchacha, que corre bajo la lluvia y llega hacia donde está él.
Ambos se abrazan, se besan, se desean y las manos del joven terminan bajo su ropa.
-Llegas a tiempo, princesa.-susurra en su oído, sonríe y ese maldito demonio es feliz de nuevo.-Tantos siglos buscándote, persiguiéndote en medio de la noche, y acabamos en el lugar que comenzó todo.
Ella tan sólo ríe, se aparta y gira con la cabeza echada hacia atrás. Sus cabellos cortos se empapan, nota la fiereza del agua aplastar su cuerpo y empapar sus ropas.
-¡¿Cuántos años?!-grita parándose frente a él.
-No lo sé princesa, no lo sé.-
Terminan montándose en la Harley luchando contra las inclemencias del tiempo… y el viejo castillo encantado al fin calma sus lamentos. Los príncipes de ambos reinos al fin pudieron palparse, pudieron besarse, en un nuevo futuro… un futuro predestinado desde antes de su nuevo nacimiento.
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